Allá por 1980, un psicólogo y profesor llamado Howard Gardner se preguntó por qué algunas personas con un coeficiente intelectual muy alto fracasaban en sus vidas personales. Tras tiempo de investigación, estudio y análisis de las capacidades
cognitivas de los humanos (niños y adultos), obtuvo la respuesta: la existencia de varios tipos o modos de inteligencia, de ahí su teoría de las IIMM (Inteligencias Múltiples).
Así, la primerísima consecuencia fue, sin duda, la necesidad de reconceptualizar la inteligencia y la percepción y significado que se tenía de ella, viéndose esta ahora como ''un potencial biológico para procesar información que se puede activar en un marco cultural para resolver problemas o crear productos que tienen valor para una cultura'' (2001). Es decir, se trata de una capacidad marcada por un potencial genético y formada por diversos componentes, que puede ser desarrollada dependiendo del entorno, experiencias y educación que el individuo reciba.
Con lo cual, ya no se trata de un simple coeficiente intelectual o altas capacidades intelectuales en el ámbito cognitivo-académico, ¡obsoleto! Ahora vamos más allá, descubriendo gracias a Gardner que ser inteligente incluye ocho o nueve capacidades que contribuyen al desarrollo óptimo de la persona así como a la consecución de objetivos y obtención de éxito en la vida, siendo estas las por ahora descubiertas:
- Inteligencia lingüística
- Inteligencia visual-espacial
- Inteligencia corporal o cinestésica
- Inteligencia naturalista
- Inteligencia interpersonal
- Inteligencia intrapersonal
- Inteligencia musical-artística
- Inteligencia lógica-matemática
- Inteligencia existencial
Todo humano es poseedor de estas nueve inteligencias, las cuales son diferentes e independientes, ya el nivel de desarrollo de cada una de ellas varía, e interactúan y se potencian recíprocamente de manera armónica. Nuestra inteligencia es un constructo que surge de la unión e interacción continua de estas capacidades en el grado de desarrollo (mayor o menor) que presenten, y que influirá radicalmente en cómo aprende cada persona y qué tipo de habilidades desarrollará con mayor facilidad.
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Si ahora reflexionamos, nos daremos cuenta de que los sistemas educativos que predominan en el mundo van dirigidos básicamente al desarrollo de las inteligencias lingüística y lógico-matemática, casi discriminando y suprimiendo a las demás formas de conocimiento.
Y esto explica el motivo por el que muchos alumnos fracasan en sus estudios: destacan en inteligencias que el sistema educativo no valora, perdiendo así talentos que fracasan debido a un sistema educativo que desafía al estudiante, imponiendo las capacidades cognitivas por encima de todo y empeñándose en enseñar los mismos conocimientos del mismo modo al mismo ritmo a todo alumno, cuando somos perfectamente conscientes de que la escuela es pura DIVERSIDAD Y HETEROGENEIDAD.
Como educadores, se puede hacer una gran labor ayudando al alumno a identificar sus inteligencias predominantes, integrando en el aula esta teoría y creando así alumnos felices, motivados, con un futuro prometedor, si con esfuerzo, disciplina y constancia se trabaja para sacar de él el talento que lleva en su interior.
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