Hoy, tras más de diez días acudiendo diariamente a un aula de Infantil, he comprobado algo. Como bien dice el título, el juguete comercial invade las aulas. Y esto provoca en mí una reflexión sobre si realmente es necesaria esa gran cantidad de juguetes que en los medios de comunicación y publicidades son llamados ''educativos''. Pensémoslo.
En primer lugar, estos juguetes vienen, normalmente, con una función y uso predeterminado, cortando así la posibilidad de que el niño, teniendo el juguete en la mano, invente y cree formas de usarlo. Se la dan ya establecida. Qué pena, ¿verdad?..
Y en segundo lugar, se trata de materiales artificiales, ¿por qué? porque han sido diseñados para ellos, para los niños, porque son calificados por las revistas de fondo capitalista como JUGUETES. ¿Acaso es solo con esto con lo que puede jugar y aprender un niño? Lo demás, ¿no puede considerarse como juguete?
Si nos vamos a la definición que la RAE da sobre juguete, observamos que así es llamado a cualquier ''objeto atractivo con que se entretienen los niños''. Y yo, con esto en la cabeza, me dispongo a observar a los pequeñajos de 3 años en el aula. Todos, ¡tan entretenidos! Unos con los puzzles interactivos con luz, sonido y todo lo que pueda tener, otros con muñecas que hablan, se hacen pis, caca, llora, se pone enferma y mil cosas más, y otros... otros con simples trozos de hojas secas de árboles. Y justo en este momento me paro a reflexionar: si un niño es capaz de entretenerse con las hojas secas de los árboles, entonces en esta situación la hoja es un juguete. Así que...¿por qué gastamos euros y más euros en los objetos de última generación que constantemente nos presionan a adquirir, cada vez más, para luego con ellos formar una bonita montaña de objetos-juguete usados durante unos años, quizá meses, quizá días? ¿Por qué se llenan las aulas de los colegios de ellos? ''¡Es que con estos juguetes el niño aprende muchísimo!'', dicen algunos. Pues no, yo creo que no. A continuación, un ejemplo de que una escuela sin ''consumismo juguetón'' es posible.
Las escuelas Reggio Emilia tienen una visión muy distinta de las comúnmente visibles. Allí es difícil encontrar material comercial, ese material del que ''nunca vemos llenas'' ni nuestras casas ni las aulas. No hay piezas plásticas a prueba de mordiscos, no hay muñecas educativas, ni juegos didácticos de última generación, no. En Reggio Emilia hay piedras, ramas de árboles, conchas, botellas, tornillos, arandelas, botones... Todo de la vida real, no especialmente diseñado para niños.
Esos objetos de distintas texturas, materiales, tamaños, pesos, usos etc, permiten al manipularlos descubrir un mundo de sensaciones, poniendo a prueba la creatividad, ingenio e inteligencia de los niños y de las niñas. En Reggio Emilia, los adultos (artesanos, especialistas, profesores) de diversas áreas van a los jardines a trabajar con los niños, enseñándoles materiales, técnicas, fomentando sus proyectos de creación. Además, salen fuera del aula a adquirir experiencias: los olores y sonidos del campo, el ruido de la multitud o la sensación de la lluvia, el calor, el viento, ¿quién no ha jugado a pisar charcos?, ¿o a caminar contra el viento para caminar más lento o a favor para correr más rápido?
Los pequeños son capaces de entretenerse, aprender y divertirse con las cosas cotidianas más increíbles, pero hoy día estamos limitándolos y fomentando la falsa creencia de que solo entretienen los juguetes que salen por televisión. Y no es así. Ver como unos niños se encuentran una piedra brillante en el suelo y lo llaman ''diamante'', o cómo cogen hojas del suelo y las transforman simbólicamente en ''exquisitos platos'' que luego me ofrecen es toda una demostración de que el 90% de los ¿juguetes? comerciales no hacen falta.
Ver cómo en una clase de 4 años existe el rincón de la naturaleza, en el cual solo hay objetos materiales, y que la profesora juegue con los niños usando caracolas de verdad, es todo un placer. Sin ir más lejos, mis padres no tenían apenas juguetes comerciales, pero pasaban tardes enteras disfrutando con juguetes inventados por ellos con objetos y materiales de lo más naturales y cotidianos.
En primer lugar, estos juguetes vienen, normalmente, con una función y uso predeterminado, cortando así la posibilidad de que el niño, teniendo el juguete en la mano, invente y cree formas de usarlo. Se la dan ya establecida. Qué pena, ¿verdad?..
Y en segundo lugar, se trata de materiales artificiales, ¿por qué? porque han sido diseñados para ellos, para los niños, porque son calificados por las revistas de fondo capitalista como JUGUETES. ¿Acaso es solo con esto con lo que puede jugar y aprender un niño? Lo demás, ¿no puede considerarse como juguete?
Si nos vamos a la definición que la RAE da sobre juguete, observamos que así es llamado a cualquier ''objeto atractivo con que se entretienen los niños''. Y yo, con esto en la cabeza, me dispongo a observar a los pequeñajos de 3 años en el aula. Todos, ¡tan entretenidos! Unos con los puzzles interactivos con luz, sonido y todo lo que pueda tener, otros con muñecas que hablan, se hacen pis, caca, llora, se pone enferma y mil cosas más, y otros... otros con simples trozos de hojas secas de árboles. Y justo en este momento me paro a reflexionar: si un niño es capaz de entretenerse con las hojas secas de los árboles, entonces en esta situación la hoja es un juguete. Así que...¿por qué gastamos euros y más euros en los objetos de última generación que constantemente nos presionan a adquirir, cada vez más, para luego con ellos formar una bonita montaña de objetos-juguete usados durante unos años, quizá meses, quizá días? ¿Por qué se llenan las aulas de los colegios de ellos? ''¡Es que con estos juguetes el niño aprende muchísimo!'', dicen algunos. Pues no, yo creo que no. A continuación, un ejemplo de que una escuela sin ''consumismo juguetón'' es posible.
Las escuelas Reggio Emilia tienen una visión muy distinta de las comúnmente visibles. Allí es difícil encontrar material comercial, ese material del que ''nunca vemos llenas'' ni nuestras casas ni las aulas. No hay piezas plásticas a prueba de mordiscos, no hay muñecas educativas, ni juegos didácticos de última generación, no. En Reggio Emilia hay piedras, ramas de árboles, conchas, botellas, tornillos, arandelas, botones... Todo de la vida real, no especialmente diseñado para niños.
Esos objetos de distintas texturas, materiales, tamaños, pesos, usos etc, permiten al manipularlos descubrir un mundo de sensaciones, poniendo a prueba la creatividad, ingenio e inteligencia de los niños y de las niñas. En Reggio Emilia, los adultos (artesanos, especialistas, profesores) de diversas áreas van a los jardines a trabajar con los niños, enseñándoles materiales, técnicas, fomentando sus proyectos de creación. Además, salen fuera del aula a adquirir experiencias: los olores y sonidos del campo, el ruido de la multitud o la sensación de la lluvia, el calor, el viento, ¿quién no ha jugado a pisar charcos?, ¿o a caminar contra el viento para caminar más lento o a favor para correr más rápido?
Los pequeños son capaces de entretenerse, aprender y divertirse con las cosas cotidianas más increíbles, pero hoy día estamos limitándolos y fomentando la falsa creencia de que solo entretienen los juguetes que salen por televisión. Y no es así. Ver como unos niños se encuentran una piedra brillante en el suelo y lo llaman ''diamante'', o cómo cogen hojas del suelo y las transforman simbólicamente en ''exquisitos platos'' que luego me ofrecen es toda una demostración de que el 90% de los ¿juguetes? comerciales no hacen falta.
Ver cómo en una clase de 4 años existe el rincón de la naturaleza, en el cual solo hay objetos materiales, y que la profesora juegue con los niños usando caracolas de verdad, es todo un placer. Sin ir más lejos, mis padres no tenían apenas juguetes comerciales, pero pasaban tardes enteras disfrutando con juguetes inventados por ellos con objetos y materiales de lo más naturales y cotidianos.
¿Apostamos por ello?
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