Hoy, como ya muchos de ustedes sabrán, se conmemora el Día Mundial de la Educación, en el que las redes sociales y los medios de comunicación se llenan de reivindicaciones y frases tales como...
''Toda persona tiene derecho a la educación. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales''
... para recordarnos cómo el mundo sigue siendo incapaz de cumplir algo tan básico como el derecho a la educación (entre otros) gracias a los intereses personales y, por supuesto, económicos de las potencias mundiales.
Sin embargo, es momento, al menos hoy (mejor si es siempre), de pensar en positivo, tener fe y esperanza. Recordando las sabias palabras de una persona a la que admiro enormemente, los docentes hemos de considerarnos afortunados. Sí, porque cada día durante cinco, seis, siete horas tenemos a nuestro cargo a un grupo de personitas en proceso de desarrollo y aprendizaje. Están ahí, frente a tí, ofreciéndote inconscientemente la posibilidad de sacar de ellos lo mejor, hacerlos buenas personas, ayudarlos a ser ciudadanos críticos, reflexivos ... y, sobre todo, felices. ¡O al menos, intentarlo!
La educación está cambiando y cada vez son más los docentes que apuestan por llevar a cabo prácticas pedagógicas innovadoras, sin miedo a experimentar, pues al fin y al cabo el aula es un laboratorio en continuo cambio desde donde se crean fórmulas maravillosas, algunas reutilizables, otras no, que se adaptan al contexto, personas y circunstancias que en él habitan. Y nosotros, junto a los alumnos, los más incansables investigadores.
Para despedir el post, les comparto un pequeño vídeo homenaje a este día emitido en RTVE hace unos días en el que se ponen de manifiesto la dos caras de la educación: una que nos alegra, y otra que nos entristece.
Y recuerda...
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