En este día del medio ambiente he querido rescatar un artículo de Tonucci (que vuelve a protagonizar otro post) en el que reflexiona acerca de los espacios naturales de la escuela (jardín, patio...) y cómo estos pueden tener un papel educativo para HACER, no enseñar, educación ambiental.
El jardín de la escuela, un espacio educativo
por Francesco Tonucci
Hoy en día (¡refiriéndose a 1994!), en nuestra escuela se habla mucho de educación ambiental. Los desastres ambientales requieren cada vez más una intervención en la educación para que los futuros adultos ena más capaces que nosotros de respetar el medio ambiente y los derechos de las generaciones futuras. Pero abrir un nuevo ámbito educativo supone la actiación de una serie de mecanismos vinculados a la tradición escolar, mecanismos que en el pasado casi siempre han producido resultados negativos, pero que aún así nos parecen indispensables.
Estoy pensando por ejemplo en los procedimientos para integrar esta educación en los programas ministeriales, en la formación específica de los docentes, en la preparación de nuevos libros de teto y demás material didáctico. Sería mucho más productivo que una escuela interesada en esta propuesta iniciara un estudio en profudidad, en el seno del claustro académico, sobre su significado, sobre cómo integrarla en las tradicionales propuestas disciplinarias y ante todo si la escuela, una escuela concreta, puede ser un ambiente físico, social y cultural coherente para una propuesta de educación ambiental.
La escuela, como cualquier otro ambiente educativo debería preocuparse ante todo por la coherencia de su propuesta. Por ejemplo, si tiene un jardín o patio, ¿es creíble y aceptable desde un punto de vista ambiental? Porque si se ha asfaltado para que no se levante polvo, si se han arrancado los árboles para que no los estropeen, si se ha convertido el jardín en una plaza de toros para que los niños puedan liberar toda su energía durante el recreo, o si se ha transformado en un aparcamiento para profesores y personal que de otro modo no sabrían dónde dejar los coches, entonces quizá sea mejor esperar y plantear - quizá en colaboración con los alumnos - un uso educativo del patio antes de meter mano al programa de educación ambiental. Porque la educación ambiental no se enseña, sino que se hace. Su objetivo no es tanto ampliar los conocimientos como modificar las conductas.
Así pues, sin duda es más productivo crear un grupo de trabajo de estudiantes y docentes que intenten proyectar un nuevo uso para el patio. Un patio que puede convertirse en un taller al aire libre, con tierra, plantas, un rinconcito para el huerto y una balsa de agua. Un lugar interesante donde se pueda observar cómo crecen las verduras, el ciclo biológico de una planta desde las yemas al fruto o el comportamiento de un insecto.
Una entrada interesantísima. Gracias una vez más por compartirla y muy feliz día del Medio Ambiente. Un beso.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el post y los cartelitos que diseñas.
ResponderEliminarUn saludo : ))