Desde que la descubrí al buscar información para un trabajo de la universidad, frecuentemente visito esta página http://innovarteinfantilesp.wordpress.com/, dedicada al mundo de la educación infantil. Sinceramente, bastantes artículos publicados por sus autoras, Ángeles e Isabel Abelleira, me han parecido buenísimos, y hoy es el día en que me decido a recomendarlos y compartirlos con ustedes.
''El tiempo de los niños con sus progenitores'' [click en el título para leerlo] es uno de los artículos que hace menos de 15 minutos terminé de leer, creo que en el mejor momento, puesto que hace solo un par de semanas pude comprobar con mis propios ojos lo que en él narra.
A modo de resumen, en ese post las autoras reflexiona sobre, como bien dice el título, el tiempo que los padres pasan con sus hijos. Si bien hay padres que hacen todo lo posible por pasar tiempo con ellos, hay muchos otros que, aun teniendo el tiempo disponible, dejan a sus hijos en el colegio todas las horas posibles, incluyendo comedor y actividades extraescolares, delegando en los educadores sus responsabilidades paternales e implícitas a ello. Yo misma, durante mi estancia en el aula de 3 añitos ayudando a la profesora, viví como varios niños, desde que comenzaba la mañana, repetían una y otra vez la frase ''no quiero ir al comedor'' con lágrimas en los ojos, cuando justo en el día anterior solo habían pasado un par de horas en el centro. Incluso uno de ellos pasó más de 2 horas llorando por ese motivo, llamando desconsoladamente a su madre y a su padre, lo que a mí me llenó de pena.
A pesar de mi desconocimiento acerca de la situación laboral de la familia, como padres hay que ser consciente del cambio radical que sufre la rutina de los pequeños, puesto que es algo que les llega de forma inesperada, casi de sorpresa. A los 3 años el apego y la necesidad de contacto físico y afectivo con las figuras materna y paterna es alta, y si esta no se satisface correctamente puede acarrear consecuencias negativas, algo que en muchas ocasiones se olvida.
''No tengo nada en contra del servicio del comedor, ni de quien no tiene otra alternativa que recurrir a él, ni contra los menús dietéticamente perfectos, ni contra las personas que trabajan en él. Con quien estoy indignada es con los padres y madres, que no teniendo nada que les impida recoger a sus hijos a las 2 de la tarde, los dejan confinados en el centro todo el día. Estoy hablando de criaturas que aún no cumplieron los 3 años, que lloran a rabiar, que sufren, que se angustian y que crispan al resto de la clase, maestra incluida. Cuando salgo, me pregunto si es mi responsabilidad consolar a niños que gritan enloquecidos porque su madre quiere que se acostumbre a comer de todo, que se socialice, que se lo pase bien y que participe en todas las actividades porque en este momento son como esponjas, y ya de paso, por qué no decirlo, dejarla despreocupada para todo el día.''
Es vital que los progenitores dediquen tiempo a sus pequeños, sí, pequeños, porque les queda una vida por delante para hacer mil cosas, y no hay razón por la que, desde el primer año de escuela, asistan a ella durante todo el horario disponible a todas las actividades ofertadas.
Como buen educador, me parece esencial respetar el ritmo, las necesidades y el desarrollo de los pequeños. Y a esta corta edad, la cercanía a sus progenitores, a sus figuras de apego, es el mejor regalo que le podemos brindar.
Conclusión:
''Llamemos a las cosas por su nombre. Y no me cuenten milongas porque llevo muchos años en esto, y ya vi padres que, con horarios imposibles, si quieren, hacen malabares para estar con sus hijos; y vi también a muchos egoístas que tratan de venderle a sus hijos el gran favor que le están haciendo, delegando sus responsabilidades paterno-filiales en el primero que les pasa por delante, esperando a que las criaturas se resignen y dejen de llorar. Entonces, llegado ese momento, yo siempre les recuerdo que los niños/as de los orfanatos no lloran.''
''El tiempo de los niños con sus progenitores'' [click en el título para leerlo] es uno de los artículos que hace menos de 15 minutos terminé de leer, creo que en el mejor momento, puesto que hace solo un par de semanas pude comprobar con mis propios ojos lo que en él narra.
A modo de resumen, en ese post las autoras reflexiona sobre, como bien dice el título, el tiempo que los padres pasan con sus hijos. Si bien hay padres que hacen todo lo posible por pasar tiempo con ellos, hay muchos otros que, aun teniendo el tiempo disponible, dejan a sus hijos en el colegio todas las horas posibles, incluyendo comedor y actividades extraescolares, delegando en los educadores sus responsabilidades paternales e implícitas a ello. Yo misma, durante mi estancia en el aula de 3 añitos ayudando a la profesora, viví como varios niños, desde que comenzaba la mañana, repetían una y otra vez la frase ''no quiero ir al comedor'' con lágrimas en los ojos, cuando justo en el día anterior solo habían pasado un par de horas en el centro. Incluso uno de ellos pasó más de 2 horas llorando por ese motivo, llamando desconsoladamente a su madre y a su padre, lo que a mí me llenó de pena.
A pesar de mi desconocimiento acerca de la situación laboral de la familia, como padres hay que ser consciente del cambio radical que sufre la rutina de los pequeños, puesto que es algo que les llega de forma inesperada, casi de sorpresa. A los 3 años el apego y la necesidad de contacto físico y afectivo con las figuras materna y paterna es alta, y si esta no se satisface correctamente puede acarrear consecuencias negativas, algo que en muchas ocasiones se olvida.
''No tengo nada en contra del servicio del comedor, ni de quien no tiene otra alternativa que recurrir a él, ni contra los menús dietéticamente perfectos, ni contra las personas que trabajan en él. Con quien estoy indignada es con los padres y madres, que no teniendo nada que les impida recoger a sus hijos a las 2 de la tarde, los dejan confinados en el centro todo el día. Estoy hablando de criaturas que aún no cumplieron los 3 años, que lloran a rabiar, que sufren, que se angustian y que crispan al resto de la clase, maestra incluida. Cuando salgo, me pregunto si es mi responsabilidad consolar a niños que gritan enloquecidos porque su madre quiere que se acostumbre a comer de todo, que se socialice, que se lo pase bien y que participe en todas las actividades porque en este momento son como esponjas, y ya de paso, por qué no decirlo, dejarla despreocupada para todo el día.''
Es vital que los progenitores dediquen tiempo a sus pequeños, sí, pequeños, porque les queda una vida por delante para hacer mil cosas, y no hay razón por la que, desde el primer año de escuela, asistan a ella durante todo el horario disponible a todas las actividades ofertadas.
Como buen educador, me parece esencial respetar el ritmo, las necesidades y el desarrollo de los pequeños. Y a esta corta edad, la cercanía a sus progenitores, a sus figuras de apego, es el mejor regalo que le podemos brindar.
Conclusión:
''Llamemos a las cosas por su nombre. Y no me cuenten milongas porque llevo muchos años en esto, y ya vi padres que, con horarios imposibles, si quieren, hacen malabares para estar con sus hijos; y vi también a muchos egoístas que tratan de venderle a sus hijos el gran favor que le están haciendo, delegando sus responsabilidades paterno-filiales en el primero que les pasa por delante, esperando a que las criaturas se resignen y dejen de llorar. Entonces, llegado ese momento, yo siempre les recuerdo que los niños/as de los orfanatos no lloran.''
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