No sé a quién se dirige este poema. Ni siquiera por qué fue escrito ni cuál es su intención real. Sin embargo, percibo un vínculo de lo que en él se cuenta con la tarea docente, la verdadera labor de todo maestro (aunque algunos digan lo contrario): hacer del aula un paraíso. Alguien que baje la luna hasta tu patio, no es tan admirable como quien te haga sentir que cualquier basurero sea un paraíso. ¡Sentir!. ¡Esa es la palabra! Alguien que con sólo su voz diga: ¡abracadabra! Y todo se llena de color, se llena de magia. ¡Sentir¡ Sentir un vértigo desde el suelo, sin haber alzado vuelo; sentir que todo se distorsiona, y se curva alrededor de ti, trasladándote despierto a vivir un sueño. ¡Sentir! Sentir que sólo alguien puede alterar tu espacio y tiempo, no es cualquier cosa, es una proeza, es admirable. Cualquiera te baja la luna hasta tu patio, pero no cualquiera, te hace sentir que un basurero ...